El romance es un poema narrativo o lírico-narrativo, no estrófico, constituido por una serie ilimitada de versos octosílabos en los que riman en asonante los pares mientras los impares quedan sueltos. Esta acepción básica del término se documenta en español a partir del siglo XV. Por el sentido, puede dividirse en grupos de cuatro versos, e intercalar estribillos y canciones. Desde el punto de vista estilístico, hay que diferenciar el romance narrativo del lírico. Y desde el punto de vista del tipo de verso empleado, se distingue entre la endecha (escrita en heptasílabos), el romance heroico (escrito en endecasílabos), etc.
Antonio Machado ve en el romance «una creación más o menos consciente de nuestra musa que aparece como molde adecuado al sentimiento de la historia y que, más tarde, será el mejor molde de la lírica, de la historia emotiva de cada poeta»
| Llenos de lágrimas tristes tiene Belardo los ojos porque le muestra Belisa graves los suyos hermosos. Celos mortales han sido la causa injusta de todo, y porque lo aprenda, dice con lágrimas y sollozos: «El cielo me condene a eterno lloro si no aborrezco a Filis y te adoro». Mal haya el fingido amigo, lisonjero y mentiroso, que juzgó mi voluntad por la voz del vulgo loco; ya mí, necio, que dejé por el viejo lodo el oro y por lo que es propio mío lo que siempre fue de todos. El cielo... [...] Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1526 – ibídem, 1635) Siglo de Oro |
Cuando el romance está compuesto en versos distintos del octosílabo, recibe denominaciones específicas:
- Romance alejandrino (romance en versos alejandrinos):
| Mano de Dios La noche era tan larga que todos la olvidaron y de pronto en el cielo brilló tu mano ardiendo como una luna roja que hasta la tierra baja y nos toca la frente hundida en el silencio. Desde entonces te siento, Señor, ya tan lejano, que no sé si es que existes o fuiste sólo un sueño porque quise saberte, Señor, quise tocarte al ver sobre mi vida toda tu luz cayendo. Señor: ¿por qué encendiste con tu fulgor terrible la pura noche negra que oculta mis secretos? ¿Por qué no me dejaste como la piedra, inerte, eternamente blanco, eternamente muerto? José Luis Hidalgo (Cantabria, 1919 - Madrid, 1947) Poeta y pintor español s. XX |
- Romance en cuartetas (romance dividido por el sentido en grupos de cuatro versos)
Hortelano era Belardo
de las güertas de Valencia,
que los trabajos obligan
a lo que el hombre no piensa.
Pasado el hebrero loco,
flores para mayo siembra,
que quiere que su esperanza
dé fruto a la primavera.
El treool para las niñas
pone a un lado de la huerta,
porque la fruta de amor
de las tres hojas aprenda.
[...]
(Lope de Vega)
- Romance doble (romance en el que los versos impares asuenan también entre sí)
| Pues, como digo, es el caso (y vaya de cuento) que a volar se desafiaron un Pavo y un Cuervo. Al término señalado cuállleg6 el primero, considérelo quien de ambos haya visto el vuelo. «Aguárdate (dijo el Pavo al Cuervo de lejos). ¿Sabes lo que estoy pensando? Que eres negro y feo. [...] Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo (Tenerife, 1750 - Madrid, 1791) Ilustración y Neoclasicismo s. XVIII |
- Romance en eco (romance con rima en eco)
| El soberano Gaspar par es de la bella Elvira: vira de Amor más derecha, hecha de sus armas mismas. Su ensortijada madeja deja, si el viento la enriza, riza tempestad, que encrespa crespa borrasca a las vidas. Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, 1651 - México, 1695) Escritora novohispana del Siglo de Oro |
- Romance encadenado (romance no divido por el sentido en grupos de cuatro versos):
| Desde esta cárcel podría verse el mar, seguirse el giro de las gaviotas, pulsar el latir del tiempo vivo. Esta cárcel es como una playa: todo está dormido en ella. Las olas rompen casi a sus pies. El estío, la primavera, el invierno, el otoño, son caminos exteriores que otros andan: cosas sin vigencia, símbolos mudables del tiempo. (E! tiempo aquí no tiene sentido.) [….] José Hierro Real (Madrid, 1922 - Madrid, 2002) Generación de la posguerra | Poesía desarraigada o existencial |
- Romance con esdrújulas (romance con final esdrújulo en todos sus versos)
Huyan todos los astrólogos que preciado de dar tártago con espíritu diabólico se nos vende por oráculo. Con sus juicios astrológicos intenta fingir lo cándido, cuando sin juicio a lo pícaro ostenta ser un lunático. (Joseph Vicens) |
- Romance heroico (romance en versos endecasílabos)
SOLO PIEDRA
Aquí murió el deseo, nadie canta;
la luz, como en la noche, se detiene.
Aquí nadie ha nacido, porque nadie
puede nacer en donde nadie muere.
Su carne es inhumana, no amó nunca;
no brilló, como el agua, en su corriente;
nunca, como la flor, brotó ligera;
no voló, como el pájaro, celeste.
El cielo pasa en nubes, hiela o quema;
la tierra sufre y brama, oscuramente.
La piedra, como un dios oculto y sordo,
encerrada en sí misma permanece.
(José Luis Hidalgo)
- Romance mayor (romance en versos de más de ocho sílabas)
| Las imágenes, una que las centra en planetaria rotación, se borran y suben a un lugar por sus impulsos donde al surgir de nuevo toman forma. Por eso yo no sé cuáles son éstas. Yo pregunto qué sol, qué brote de hoja o qué seguridad de la caída llegan a la verdad, si está más próxima la rama del nogal que la del olmo más la nube azulada que la roja. [...] Claudio Rodríguez García (Zamora, 1934 - Madrid, 1999) Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1993) |
- Romance con quebrados (romance en el que se encuentran versos quebrados)
Aqueste niño divino que en pajas yace; aunque en pajas, y santo, no es de pajares ni el verle como ave en pajas a nadie espante, que el niño al Ave María tiene por madre. (Álvarez de Lugo) |
Los primeros romances conocidos datan del siglo XV, si bien, según Menéndez Pidal existe toda una tradición oral previa de romances noticiosos. Parece ser que el romance deriva del Cantar de gesta que se habría dividido en dos hemistiquios para formar dos verso simples.
Ya se halla un número considerable de romances en el Cancionero de Barbieri y en el Cancionero general. En el Renacimiento se puede afirmar que se estilizan su temática y su forma artística, desde el campo épico a los temas pastoriles, moriscos caballerescos, religiosos, históricos, satíricos y de tipo amoroso. Durante el Barroco toma auge este tipo de composición, cultivado por la principales figuras literarias del momento, Asimismo, en la segunda mitad del siglo XVII, comienzan a aparecer los romances compuestos con endecasílabos, o romances heroicos, forma que se convierte en una de las preferidas por el teatro y la épica neoclásica. En este período neoclásico cultivan también el romance octosílabo J. Meléndez Valdés, J. P. Forner y A. Lista, entre otros. Durante el Romanticismo sigue cultivándose esta forma con profusión: son numerosos los romances compuestos por el Duque de Rivas y por J. Zorrilla. En época posterior merecen mención aparte, por su calidad, el conjunto de romances que integran La tierra de Alvargonzález, de Antonio Machado, y el Romancero gitano, de Federico García Lorca.
Un ejemplo de romancillo, es decir, de romance de menos de siete sílabas, sería:
"La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola,
ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
dejadme llorar
orillas del mar".
(Luis de Góngora)
2. Historia de los romances
En la Edad Media, y en la actual terminología científica de los filólogos, especialmente de los medievalistas, romance tiene también la acepción de "lengua vulgar derivada del latín", en oposición precisamente al latín. Derivados de esta acepción serían las voces romançar ("traducir o adaptar un texto latino a una lengua vulgar derivada del latín") o romançado ("texto escrito en lengua vulgar o traducido del latín a una de sus lenguas vulgares derivadas").
Romance del prisionero
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
(Anónimo)
También, en la Edad Media, romance, romanç o romanz tuvieron la acepción de "obra literaria escrita en una lengua vulgar derivada del latín". En ocasiones, tal obra parece identificarse con poemas extensos de tipo estrófico y clerical, según indica la conclusión de El sacrificio de la misa de Gonzalo de Berceo ("el romance es cumplido"), o la Segunda Partida de Alfonso X ("las estorias e los romances e los otros libros..."); otras veces, parece identificarse con poemas épico-juglarescos extensos, como señala el colofón del Poema de Mío Cid[1] ("el romanz es leído") o el mismo título del Romanz del Infant García, cantar épico presumiblemente del siglo XI que se conoce gracias a prosificaciones cronísticas.
Romance de Blancaniña
Estaba la Filomena
sentadita en su balcón
y al pasar un caballero
un requiebro le tiró.
Usted gran caballero
ahora tiene la ocasión
mi marido está de caza
en los Montes de León.
Y ahora para que no vuelva
le echaré la maldición :
cuervos le saquen los ojos,
águilas el corazón ;
Los perros de mis ganados
le traigan en procesión .
Aún no había dicho esto
y él a la puerta picó.
¡ Ábreme la puerta luna !
¡ Ábreme la puerta sol !
Que te traigo un conejito
de los Montes de León.
[...]
Anónimo (1500)
Según Menéndez Pidal, "en el siglo XV, cuando ya los mismos temas y episodios de los cantares de gesta se repetían fragmentariamente en breves canciones épico-líricas, es indudable que a éstas se había de aplicar también el nombre de romance". Es decir, que los orígenes de la acepción moderna principal de la palabra (poema narrativo no estrófico en versos octosílabos) remontan al menos a esa época.
A partir del siglo XVI, la palabra romance adquirió también la acepción de "poema impreso y transmitido en pliegos sueltos". El hecho de que los primeros pliegos y cancioneros góticos impresos contuviesen fundamentalmente romances, hizo que cualquier otra tipología poética (fundamentalmente canciones narrativas, pero también líricas) que se acogiese a ellos, pasase a denominarse también, por extensión, romance. De hecho, los términos romance de ciego o romance de cordel suelen aplicarse a composiciones poéticas narrativas que pertenecen al género del cancionero con más frecuencia que al del romancero.
Romance de La novia abandonada del Duque de Alba.
Cartas van y cartas vienen
que se corren por Sevilla
que se casa el Duque de Alba
con otra, y a ti te olvida.
- Si se casa, que se case,
a mí nada me debía.
Se ha metido para un cuarto
donde bordaba y cosía.
Pendientes de sus orejas
uno con otro rompía;
anillitos de sus dedos
el uno con otro tira.
Se ha asomado a la ventana,
a la plaza que salía,
y ha visto al Duque de Alba
con el rey en compañía:
- A una seña que le ha dado,
el duque la comprendía
Con el permiso de ustedes,
pues me llaman a esa esquina.
- ¿Qué me quieres Doña Ana
que a llamarme no atrevías?
Que me han dicho que te casas
con otra y a mí me olvidas”.
[...]
(Duque de Alba)
La voz romance como definidora de la balada española pasó a otras lenguas europeas para designar tanto a los cantos originalmente españoles como a cualquier otro tipo de poema narrativo de tema caballeresco o amoroso en otra lengua. En francés, a partir del siglo XVI, el vocablo femenino la romance daba la equivalencia exacta del romance español; pero, desde el siglo XIX, la voz romancero comenzó a designar a cualquier colección de canciones narrativas, incluidas las francesas. En Alemania, el femenino die Romanze, documentado a partir de 1756, designa cualquier canto narrativo en cualquier lengua. Lo mismo sucedió en italiano con el femenino la romanza, que se reintrodujo en el siglo XIX en español para designar cualquier tipo de canción narrativa.
Fuente:
Enciclopedia Universal Micronet, S.A. www.enciclonet.com
DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, José. Diccionario de Métrica Española. Madrid - Alianza, 2007