sábado, 29 de octubre de 2011

El elogio y la crítica | Praise and Reviews


Autor: Isidro Iturat
Tomado de su artículo "ARTE POÉTICA"



Recibir elogios es bueno y necesario, pero existe una línea que separa su influencia positiva de un efecto desequilibrante. Para distinguirla, primero, es necesario tener una visión mínimamente clara de nuestros límites artísticos. El elogio bien asimilado deviene un fuerte incentivo para seguir creando, y el artista, realmente, lo necesita; si bien lo opuesto, la crítica, no es algo menos indispensable.

En relación a este segundo objeto, vale decir que, lógicamente, lo deseable será recibir críticas lúcidas y que mantengan la cortesía, pero también que incluso la peor de ellas, la más grosera y obtusa, puede ser beneficiosa si se la aprovecha tanto para delimitar la vanidad como para mejorar la propia obra.

Lo cierto es que la indignación que produce recibir un insulto, por ejemplo, puede devenir un motivador realmente valioso para reexaminar lo que se hace. Si uno tiene algún interés en que su obra alcance la calidad, pondrá verdadera energía en intentar reforzar las propias debilidades. Entonces: aunque duela, toda crítica es buena si se la quiere y sabe aprovechar.

De todos modos, si se desea que el impacto emocional sea menor, puede aumentarse la propia receptividad y flexibilidad aprendiendo cómo funciona el proceso de reacción instintiva que suele desencadenarse cuando una persona es objetada. Tal proceso consta de las siguientes fases:

1ª. Negación. La persona niega automáticamente la crítica.

2ª. Racionalización. Intenta justificarse, encontrar argumentos racionales para demostrar que su actitud no es errónea.

3ª. Agresividad. Responde a la crítica agresivamente.

4ª. Asimilación/aceptación. En un momento posterior de calma, la persona empieza a remeditar sobre el asunto y a entrever su posición equivocada, en el caso de que realmente lo sea.

Una forma de evitar las fases 1ª, 2ª y 3ª puede consistir en hacer preguntas al emisor de la crítica. Preguntar el porqué, el cómo, pedir formas de solución y corrección. De ese modo, rompemos con el escenario de confrontación saliendo de nuestra postura defensiva, con la consecuencia natural de convertir a nuestro objetor, antes “enemigo”, en un aliado para la solución de la carencia.

Por último, cabe señalar lo beneficioso de escuchar a todos, sí, pero también de “filtrar” lo que se nos dice, de modo que finalmente, vengan de quien vengan, las ideas y decisiones adoptadas sean fruto de un proceso de cuidadoso y sólido discernimiento.


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